Si bien las vacunas de ARNm llevan décadas desarrollándose, los recientes avances tecnológicos les han permitido estar a la vanguardia de la respuesta vacunal a la pandemia de COVID-19.

Las vacunas convencionales funcionan mediante la administración de un virus debilitado o inactivado a través de proteínas de firma purificadas del virus. El sistema inmunológico de la persona aprende a responder, adquiriendo la capacidad de responder a versiones más fuertes y activas del virus en el futuro.

Después de fabricar el fragmento de la proteína de espiga, la célula descompone la cadena de ARNm y se deshace de ella mediante las enzimas de la célula. Es importante destacar que la cadena de ARNm nunca entra en el núcleo de la célula ni afecta a su material genético.

Una vez que aparece en la superficie celular, la proteína o el antígeno hace que el sistema inmunitario comience a producir anticuerpos y activar las células T para combatir lo que cree que es una infección.

Estos anticuerpos son específicos del virus SARS-CoV-2, lo que significa que el sistema inmunitario está preparado para proteger contra futuras infecciones. Su sistema inmune responde entonces a estas proteínas y aprende qué hacer si encuentra la versión completa del patógeno en el futuro.

Una ventaja de las vacunas de ARNm es que NO hay riesgo de que un virus inactivado o debilitado cause problemas de salud. Además, estas vacunas parecen ser eficaces en casos en los que las vacunas convencionales no lo son.

También pueden desarrollarse más rápidamente que las vacunas convencionales porque el proceso de diseño, ampliación y producción masiva de vacunas de ARNm es más sencillo, una ventaja clave en el esfuerzo mundial para prevenir la propagación del SARS-CoV-2, el virus responsable de la COVID-19. En este sentido, la irrupción de los recientes avances en la tecnología de las vacunas de ARNm no podría haber llegado mejor.

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